jueves, 15 de abril de 2010

LOS VICTOTIRINOS APAGADOS Y CON PELIGRO HOY EN SEVILLA



Ferrera, por encima de la tarde; Cid, inseguro

Negros nubarrones sobre los victorinos en sevilla

Ferrera, en apuros en Sevilla. Foto: MATITO (www.sevillataurina.com)
MARIO JUÁREZ | SevillLas nubes cárdenas que acosaban la Maestranza minutos antes de comenzar no presagiaban nada bueno. Y no se equivocaron. En el tercero rompió a granizar cosa fina, aunque lo que de verdad cayó como una losa fue una mala corrida de Victorino. De petardo mayúsculo. La segunda en la frente, que dirán muchos. Ni Palha niVictorino han sido capaces de mantener el orgullo de las divisas supuestamente encastadas.
Curiosamente, las dos han sido, hasta ahora, las peores presentadas de la feria. Ni por eso se salvan. Una escalera auténtica fue la Victorinada, que cayó como un chinazo entre ceja y ceja. El tercero fue impropio de Sevilla. El sobrero quinto lo fue hasta de plazas de segunda. ¿Cómo un ganadero de prestigio enlota algo así para la plaza una plaza como Sevilla? ¿Cómo los veedores aprueban eso en el campo, incluido el mostrenco segundo? ¿Y cómo la empresa paga por una corrida como ésta? El negosi es el negosi, que dicen, pero las tomaduras de pelo, también. Parece que la ausencia de Madrid tiene más argumento de fondo que de forma.
A la corrida le faltó de todo. Cierto es que hubo dos toros con cierto son en la muleta. Lo tuvo el sobrero, un ejemplar que la quiso tomar y humilló, y lo tuvo el tercero, que se vino de largo y por abajo, pero al que le costaba el último tranco. Ninguno de ellos tuvo chispa, bravura, casta ni nada parecido. Vamos, que a la corrida le cambian el hierro y anuncian una del denostado Juan Pedro y arde Troya. Lo menos.
Ese sobrero lo sorteó El Cid, al que la feria se le pone muy cuesta arriba. En primer turno lidió un toro cornipaso muy serio y con mucha guasa, con el que no se confió y al que se quitó del medio en un abrir y cerrar de ojos. Hizo lo correcto, el problema es cómo lo hizo y las sensaciones que quedaron.
Peores fueron las del quinto, el toro bueno. El Cid pareció animarse en la primera serie, pero el de Victorino repitió y ahí no se le vio a gusto al de Salteras. Rectificando y perdiendo pasos, citando en uve y sin excesiva limpieza, tampoco contó con el apoyo del público, que guardó silencio de forma permanente y terminó recriminando las últimas series.
El otro toro con opciones fue a parar a manos de Jiménez. El madrileño, que lo cuidó de primeras, consiguió una serie buena sobre la mano diestra de inicio. Seguro, solvente, lo enganchó y lo llevó aunque al toro le costaba el final. La banda rompió a tocar y la plaza entró en calor, pero la cosa duró un suspiro. No le cogió el pulso a partir de ese momento, la faena se fue diluyendo, el ánimo del torero también, y concluyó con un chimpún de la banda a capón que no supo remontar.
El sexto, un toro muy abierto de palas, tuvo peligro. El animal midió desde el principio, se frenó, recortó y marcó, orientándose cada vez más. Jiménez no supo meterle mano, varias veces a merced, hasta que se dobló con él. No pasó con la espada.
Así las cosas, único de la tarde llevó la firma de Ferrera en banderillas. Con un mal lote, el extremeño se la jugó de verdad. Al primero, más parado, lo citó en corto tres ocasiones. La última, por los adentros, de la que salió prendido. Al cuarto, un toro más serio y más vivo, le dejó llegar muchísimo en carreras importantes, dándole la ventaja, ajustando y marcando el paso. Y el tercer par, al quiebro en tablas, fue superior.
Después, el primero duró un suspiro. Ferrera consiguió extraer una serie buena al natural hasta que el toro se apagó. El cuarto midió tela, marcando siempre al torero, que tiró de raza y actitud para aguantar los envites. Consiguió muletazos sueltos, pues el animal no repetía, pero los tragantones y las radiografías que le hizo el torero marcaron su labor. Muy por encima del de Victorino y de la tarde

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